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Desde 1803 la Universidad de Antioquia ha sido el epicentro del saber en el departamento.
Las historias siempre comienzan antes de lo que se cree. Cuando en 1796 el cabildo de Medellín solicitó al Virrey de Nueva Granada el permiso para fundar una escuela de artes, gramática y filosofía refrendó una intención que desde hacía años alimentaban los pobladores de la entonces pequeña ciudad.
Según el historiador Rodrigo García Estrada el objetivo de crear un centro de enseñanza flotaba en las mentes de los habitantes desde al menos 1788, cuando en una colecta el comerciante Juan José Callejas donó 4.000 castellanos de oro para la cátedra de filosofía y gramática. Y no fue el único en donar una fortuna: años después Juan Salvador de Villa entregó 1.050 castellanos de oro en polvo, el precio de una casa para que en sus corredores los jóvenes se empaparan del conocimiento. Los ritmos en el pasado eran distintos: fue hasta 1803 que el monarca Carlos IV concedió el permiso para la fundación del convento de San Francisco en la Villa de la Candelaria. Por eso, debajo del logo de la Universidad de Antioquia se lee ese año.
De ese momento a ahora el mundo se ha transformado de formas sin precedentes y a una velocidad que corta la respiración a cualquiera. Este territorio dejó de pertenecer al vasto imperio español y entró a formar parte del tejido de una república fundada por criollos. La educación dejó de ser un monopolio de las instituciones clericales y pasó a ser un derecho consignado en las declaraciones y en las constituciones políticas. La ciencia transformó la faz de la tierra y la tecnología unió los puntos distantes del globo terráqueo. Esas y las otras revoluciones sociales y del pensamiento han tenido un impacto directo en la Universidad de Antioquia, un motor de la cultura del departamento. “Entre 1913 y 1957, la Universidad remodeló y restauró su planta física, emprendió su transformación académica para incluir nuevos saberes, aceptó como alumnos a mujeres y personas de color, y logró su consolidación institucional”, escribió García Estrada.